¿Y si usáramos las matemáticas para acabar con los cárteles de la droga?
La reciente muerte de Heriberto Lazcano, líder fundador del cártel de Los Zetas, ha sido aclamada como la mayor victoria del Gobierno Federal mexicano en su lucha contra el narcotráfico. Sin embargo, y según la teoría matemática de las redes, su muerte no reducirá la actividad criminal de esa organización, ni servirá para abatir la violencia en México. Así que, quizá, tendríamos que pensar como un matemático para cambiar las tornas.
Es más de lo mismo: la violencia provocada por el narcotráfico internacional ha ido en aumento año tras año a pesar de los esfuerzos de la Policía para reprimir a los cárteles y los líderes de estos.
Capturar o matar a los capos de la droga siempre ha sido el objetivo número 1 de las fuerzas de seguridad, pero los análisis matemáticos sugieren que son las personas equivocadas para lograr derribar un cártel, pues como una “hidra”, al cortarle la cabeza solamente se causa que el cártel se divida en redes más pequeñas, que emergen de un nucleo roto y tienden a afirmar su poder mediante más tortura y matanzas.
Según los matemáticos, los objetivos más útiles podrían ser aquellos jugadores aparentemente menores, pero con conexiones principales. Estas son las partes vitales de una organización a las que hay que atacar para obtener resultados de disminución global de la violencia en un país.
El análisis que hacen en la revista New Scientist muestra la complejidad de los cárteles de la droga como una red con cada miembro como un nodo, mientras que las líneas entre ellos representan las interacciones entre las personas. De hecho, los fiscales colombianos ya utilizan algoritmos de análisis de redes para construir diagramas de casos judiciales que muestran la relación entre los miembros de un cártel y el poder civil, como son los gobernadores y los encargados de hacer cumplir la ley.
Estos vínculos, que no son de otra manera visibles, son lo que se denomina “betweeners” (personas que no están bien localizadas, pero sirven como un puente que une dos grupos). En México y Colombia, estos son a menudo los policías o gobernadores que están pagados por los cárteles.
Basicamente, estos nodos son los que conectan el mundo ilegal con el legal. Y debido a que muchos grupos dependen de sus estrechos vínculos con la ley para operar con éxito, la eliminación de estos actores secundarios podría devastar sus operaciones mucho más que poner cualquier potencia de fuego al servicio de buscar y eliminar a los jefes, que son rápidamente sustituidos por otros jefes más sanguinarios que se multiplican.
Como ejemplo citan al narcotraficante colombiano Pablo Escobar, que fue asesinado en 1993. En ese momento parecía que el cártel de Medellín estaba a punto de venirse abajo; pero como una hidra, cortarle la cabeza solamente causó que el cártel se dividiese en redes más pequeñas. En 1996, más de 300 “microcárteles” habían surgido en Colombia.
También los datos recogidos por el Instituto Transfronterizo en San Diego, California, muestran que antes de la represión que se inició en 2006, los delitos relacionados con las drogas en México mataban a unas 3.700 personas al año. En 2011, esa cifra fue de más de 16.000 personas
Puede que dando un enfoque más matemático a la lucha contra el crimen esta guerra aún se pueda ganar, usando análisis estadísticos de redes para sacar las partes más vitales de estas organizaciones, en lugar de ir siempre a por los jefes del cártel como objetivo indiscutible.
Es más de lo mismo: la violencia provocada por el narcotráfico internacional ha ido en aumento año tras año a pesar de los esfuerzos de la Policía para reprimir a los cárteles y los líderes de estos.
Capturar o matar a los capos de la droga siempre ha sido el objetivo número 1 de las fuerzas de seguridad, pero los análisis matemáticos sugieren que son las personas equivocadas para lograr derribar un cártel, pues como una “hidra”, al cortarle la cabeza solamente se causa que el cártel se divida en redes más pequeñas, que emergen de un nucleo roto y tienden a afirmar su poder mediante más tortura y matanzas.
Según los matemáticos, los objetivos más útiles podrían ser aquellos jugadores aparentemente menores, pero con conexiones principales. Estas son las partes vitales de una organización a las que hay que atacar para obtener resultados de disminución global de la violencia en un país.
El análisis que hacen en la revista New Scientist muestra la complejidad de los cárteles de la droga como una red con cada miembro como un nodo, mientras que las líneas entre ellos representan las interacciones entre las personas. De hecho, los fiscales colombianos ya utilizan algoritmos de análisis de redes para construir diagramas de casos judiciales que muestran la relación entre los miembros de un cártel y el poder civil, como son los gobernadores y los encargados de hacer cumplir la ley.
Estos vínculos, que no son de otra manera visibles, son lo que se denomina “betweeners” (personas que no están bien localizadas, pero sirven como un puente que une dos grupos). En México y Colombia, estos son a menudo los policías o gobernadores que están pagados por los cárteles.
Basicamente, estos nodos son los que conectan el mundo ilegal con el legal. Y debido a que muchos grupos dependen de sus estrechos vínculos con la ley para operar con éxito, la eliminación de estos actores secundarios podría devastar sus operaciones mucho más que poner cualquier potencia de fuego al servicio de buscar y eliminar a los jefes, que son rápidamente sustituidos por otros jefes más sanguinarios que se multiplican.
Como ejemplo citan al narcotraficante colombiano Pablo Escobar, que fue asesinado en 1993. En ese momento parecía que el cártel de Medellín estaba a punto de venirse abajo; pero como una hidra, cortarle la cabeza solamente causó que el cártel se dividiese en redes más pequeñas. En 1996, más de 300 “microcárteles” habían surgido en Colombia.
También los datos recogidos por el Instituto Transfronterizo en San Diego, California, muestran que antes de la represión que se inició en 2006, los delitos relacionados con las drogas en México mataban a unas 3.700 personas al año. En 2011, esa cifra fue de más de 16.000 personas
Puede que dando un enfoque más matemático a la lucha contra el crimen esta guerra aún se pueda ganar, usando análisis estadísticos de redes para sacar las partes más vitales de estas organizaciones, en lugar de ir siempre a por los jefes del cártel como objetivo indiscutible.
Fuente: New Scientist