Guarda silencio (tal vez te sirva de algo).
Por: Javier Barros Del Villar
El silencio es paradójico, ubicuo, originario, arquetípico e impecable; vale la pena practicarlo
Tras el silencio, aquello que mejor puede expresar lo inexpresable es la música.
Aldous Huxley
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Si nos remitimos al estado original de las cosas como un clímax natural siempre sabio, siempre apropiado, entonces quizá, al menos durante ese momento, guardaríamos silencio. En el sonido, en la música, en la expresión verbal residen algunos de los más sublimes instrumentos que tenemos a nuestra disposición. Sin embargo, parece que solo el silencio podría considerarse como algo impecable.
El silencio es un pulso arquetípico, ubicuo, originario. Un punto de encaje en la realidad y a la vez una especie de acompañante que espera ahí, al final de la fiesta o al fondo de la habitación, imperturbable ante cualquier diálogo interno o externo, paciente, siempre paciente –quizá porque sabe que tarde o temprano terminarás visitándolo.
Recién mencionábamos, a propósito de un tributo a la obra de John Cage, 4’33 (1952), que lleva a cabo el MoMA, que el silencio, como parte de su refinada personalidad, goza de una naturaleza paradójica:
El silencio es un acompañante un tanto paradójico. Por un lado es esa textura perpetua, que yace al fondo de innumerables capas y texturas sonoras. Pero también es, o al menos parece, siempre efímero, incluso por momentos un estado inalcanzable. Siempre latente, aunque cuando lo alcanzas incluso dudas del encuentro, y para cuando estás listo para aceptar su existencia entonces, muy probablemente, ya se habrá ido.
El silencio es el lenguaje de lo divino,
todo lo demás es una traducción pobre.
todo lo demás es una traducción pobre.
Rumi
Curiosamente, en casi todas las tradiciones místicas el silencio se concibe como un vehículo fundamental para enlazarnos con lo divino o lo supramundano. Si bien existen los conjuros, los mantras, cantos chamánicos y demás, siempre hay un punto del ritual –previo, durante o posterior al mismo– en el que el silencio debe privilegiarse. Los ascetas, monjes, anacoretas, sadhus y demás ‘hombres de espíritu’ protagonizan procesos de profunda familiarización con el silencio, no sólo aquel que impera en su ambiente inmediato sino, y sobretodo, el interno, es decir, con la habilidad de frenar el diálogo interno y callar, o al menos no conversar, con la mente.
El silencio es fuente de enorme fortaleza.
Lao-Tsé
Lo más probable es que tu contexto sociocultural, como el mío, suele emerger en un arrecife de palabras y expresiones que alimentan el ‘ruido’ –algo así como un anti-lienzo que a veces parece simplemente ineludible.
Supongo que hoy vivimos el momento menos silencioso en la historia de la humanidad. De hecho, la actualidad está en buena medida definida por ingredientes como comunicación, hiperconectividad o expresión, que al combinarse con trepidantes estilos de vida e infinitos estímulos que claman por nuestra atención dificultan, como nunca antes, el refugiarnos en los silencios (interno y externo).
Pero al navegar el mundo cotidiano, guardar silencio, de manera consiente e intermitente, pudiera ser un gran aliado. Quizá cada vez que guardamos silencio estamos dando vida a un micromanifiesto momentáneo que privilegia la escucha, la concentración y la claridad. Por otro lado, si nuestra vida es aquello que somos capaces de platicarnos sobre ella, entonces silenciarnos unos momentos antes de continuar nuestra auto-narrativa es un ejercicio que seguramente favorecería la lucidez de esa historia.
Finalmente, y aunque de seguro sobra recalcarlo, también resulta paradójico que durante este breve intento de apología al silencio le mencioné durante unas 10 ocasiones, lo cual nos invita a reflexionar: ¿cómo transmitir la delicia del silencio? Y aunque la respuesta es obvia, lo cierto es que pocas veces se habla de este ‘estado’ como debiera hacerse: sin hablar.
El silencio es en silencio.
Por: Javier Barros Del Villar
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