La globalización es esto: un texano
buscavidas viene a la Argentina en 2002 para participar de un reality
show y queda fascinado con nuestras alpargatas. Después de ese primer
viaje y de algunos proyectos empresariales frustrados, volvió al país en
2006 para tomar clases de polo y ahí se le ocurrió crear la marca Toms
para fabricar alpargatas, con el logo (una bandera celeste y blanca) en
la parte trasera de nuestro calzado más autóctono.
Pero a un plan de
ventas tradicional, Blake Mycoskie –él es el texano, hoy de 38 años– le
sumó una iniciativa solidaria: anunció que donaría un par de alpargatas
para los niños de Africa por cada par que vendiera. Fue eso lo que
terminó por convertir a la alpargata en un calzado global: lo usan
celebrities como Lenny Kravitz, Anne Hathaway o Scarlett Johansson, pero
también millones de chicos de Africa, Haití y Medio Oriente. Todos
ellos con alpargatas con la bandera argentina.
En
realidad, las alpartagas no son exactamente un producto nacido en la
Argentina. El primer antecedente es una sandalia egipcia, de similares
características a las actualtes, aunque después también fueron usadas
por los romanos.
A la Argentina llegaron por los españoles en el Siglo
XVI, aunque también había pueblos originarios en el Chaco que usaban un
calzado similar. Pero un posible punto de partido para la historia de
las alpargatas se dio en 1885, con la creación de la fábrica
“Alpargatas”, una marca que tomó el nombre del producto y la transformó
en genérico.
Así se convirtió también en un calzado muy usado por
trabajadores rurales y llegó hasta estos tiempos, a mitad de camino
entre los que usaban alpargatas por necesidad y bajo costo, en campos y
ciudades del interior del país, hasta los que usaban alpargatas en las
grandes ciudades como un calzado simple y confortable.
Y así llegaron también a Mycoskie, mientras tomaba sus clases de polo y disfrutaba los beneficios de un calzado tan simple.
Toms
ya entregó 35 millones de unidades a niños de más de 60 países (los
primeros 10 mil a una ONG argentina), lo que quiere decir que ya logró
vender otros 35 millones. Sus alpargatas son usadas por los hijos de
Angelina Jolie y Brad Pitt, casi lo más glorioso que puede pasarle a
alguien que intenta imponer un producto. Gracias al éxito de su idea
(bautizada como “Toms one for one”), Mycoskie se transformó en uno de
esos emprendedores de manual: escribió un libro que se convirtió en
bestseller (“Start Something that Matters”, no fue editado en español) y
ahora da charlas de motivación.
Otra contribución importante para
globalizar las alpargatas la dieron los argentinos que crearon la marca
Paez. Son tres amigos que crearon la compañía en 2006 (al mismo tiempo
que las TOMS, una prueba más de que los emprendedores argentinos tienen
grandes ideas). Ya lograron vender más de 1,85 millones de alpargatas,
solo el 20% en Argentina y el resto en otros 45 países, a un precio
promedio de 40 dólares. Hoy cuentan con planta propia en la provincia de
Buenos Aires con capacidad para fabricar medio millón de pares anuales.
Pero tienen también fábrica en China y Brasil.
Y la firma argentina QA
también exporta desde este año a ocho países. Quizás todo esto tenga que
ver con su origen: de la mano de caminantes, viajeros y
expedicionarios, las alpargatas nacieron para andar por el mundo.