El Misterio de los Números Clave. Y las Auras.
Fuente:Biblioteca Pleyades
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El Juicio Final
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EL MISTERIO DE LOS NÚMEROS – CLAVE
Ha llegado el momento de referirnos al apasionante secreto de los
“Números-Clave”. ¿Qué significa esto? Vamos a procurar dar una idea
aproximada de uno de los más intrincados secretos del Cosmos,
anticipando que nuestras explicaciones sólo han de alcanzar a la escueta
información que se nos ha proporcionado al respecto.
Y debe recordarse, como ya lo manifestamos en otras oportunidades,
que al hablar del Cosmos no lo entendemos en la forma común que se le
atribuye hoy día en materia de Astronomía o en el campo de la
Astronáutica, sino al concepto del Cosmos como Universo Integral,
Suprema Síntesis de los tres reinos de la Vida: ESPÍRITU, MATERIA Y
ENERGÍA.
En el Cosmos, los números tienen una aplicación y un sentido mucho
más amplio que los corrientemente conocidos en la aritmética o las
matemáticas de nuestro mundo. La esencia cósmica de las cifras está
ligada estrechamente a la esencia cósmica de los elementos y de las
fuerzas de todos los planos de la Naturaleza. Sus relaciones son tan
íntimas, que puede decirse que cada cosa, cada porción del Universo,
está identificada con determinado número, que así viene a ser la clave
metafísica de aquella. Y tales guarismos sirven a los entendidos para
expresar, también en clave, grandes fenómenos o relaciones de orden
suprafísico entre los diferentes factores que intervienen en la
evolución universal.
Las leyes y los métodos que siguen, son del absoluto conocimiento
de los iniciados en los más profundos secretos del Cosmos. Y la
matemática precisión de innumerables acontecimientos, tiene, también,
estrecha relación con el juego de las cifras-clave en las
trascendentales matemáticas de los Guías de la Evolución…
Lamentamos no poder proporcionar mayores datos en un trabajo
destinado a la generalidad del público. Debemos atenernos a los simples
datos que se nos ha proporcionado. Pero del ejemplo que vamos a ofrecer,
restringido a lo que nos permiten explicar en relación al trabajo de
este libro, podrán sacar los lectores interesantes conclusiones, más o
menos importantes según sean los conocimientos metafísicos de cada uno.
En el curso de esta obra hemos mencionado, varias veces, la cifra
28.791, vinculándola con algunos aspectos de nuestra evolución, muy
especialmente cuando se trató de los ciclos conocidos como “Revoluciones
Cósmicas” y al ocuparnos de todo lo relacionado con el fin de esta Era,
y la coincidencia de ese número de años con la fecha que en las
predicciones de la Gran Pirámide de Keops marcan el año 2001 como cierre
final de todas las profecías.
Veamos, ahora, el desarrollo de una serie de operaciones que,
dentro de las normas especiales de la Aritmética Cósmica, o aplicación
de valores esenciales metafísicos de los números-clave, van a llevarnos a
pasmosos y enigmáticos resultados: En la Biblia, el Apocalipsis de San
Juan, al ocuparse del Fin de los Tiempos, menciona concretamente algunas
cifras que merecen estudiarse detenidamente a la luz de lo que venimos
explicando. Se dice que “serán salvados 144.000 escogidos”; y para
llegar a tal número declara que “provendrán de las 12 tribus de Israel, a
razón de 12.000 descendientes de cada tribu”, lo que forma ese total de
144.000.
Sabemos ya que tales documentos, muy especialmente el Apocalipsis,
fueron escritos a base de símbolos, alegorías cósmicas, vale decir
claves iniciáticas. No tendría sentido lógico ni justo pretender
interpretar al pie de la letra esta parte, como ya hemos visto con
muchas otras partes de los textos bíblicos. Y aplicando las normas de la
Aritmética Cósmica a que nos estamos refiriendo, veremos lo que pasa.
Para ello debemos explicar que cada número es un símbolo.
Que para llegar a la clave, hay que realizar operaciones diferentes
a las comunes de la aritmética oficial, buscando los valores positivos y
rechazando, en ciertos casos, los negativos. Así, en este ejemplo,
vamos a considerar nulos, como negativos, los ceros: Si sumamos los
valores positivos de cada guarismo en la cifra 144.000, suprimiendo los
ceros, tenemos 1 + 4 + 4 = 9.
Esta suma nos acaba de llevar a uno de los números-clave. En la
metafísica elevada, o Aritmética Cósmica, el 9 es el número-clave de la
Humanidad. Ahora tomemos las otras dos cifras: 12 tribus y 12.000 seres
por tribu. Con el mismo procedimiento, suprimiendo ceros, en ambos casos
1+2 = 3. Este es otro de los números-clave, también conocidos como
“números sagrados”.
El 3 representa a la Trinidad, a la Trilogía de Principios
Fundamentales del Cosmos: ESPÍRITU, MATERIA Y ENERGÍA. … Pero el
simbolismo hermético nos está repitiendo el número tres, dos veces. Si
sumamos 3 + 3 = 6, tenemos otro número-clave: 6 es el símbolo de “La
Bestia”, de todo lo negativo en la Evolución, de la suma de todos los
errores, de la Destrucción…!
Ahora bien, si multiplicamos el resultado de la primera cifra, o
sea el 9, por el de la segunda operación, 9 x 6 = 54, y volvemos a
reducir ese resultado, tenemos 5 + 4 = 9, otra vez la humanidad. ¿Qué
puede significar todo esto? ¿No será que la humanidad, por sus tremendos
errores, cae en la destrucción, se destruye a sí mismo bajo el influjo
de “La Bestia”, para renacer, más tarde, como el “Ave Fénix” surgiendo
de sus cenizas…?
Pero, aún hay algo más.
Hemos venido repitiendo que el oráculo de esta civilización trazado
en la Gran Pirámide de Egipto cierra la serie ininterrumpida de
predicciones en fecha coincidente con el año 2001 de nuestra era actual.
Y tal número, por el mismo procedimiento, nos da, también el número 3.
Si este 3 lo multiplicamos por el 9 del resultado final anterior,
tenemos 27. Si a este guarismo le devolvemos los tres ceros que se
desecharon de la cifra básica apocalíptica, o sea 144.000, tenemos
27.000.
Hagamos ahora una nueva operación, haciendo intervenir, como
factores, a la Tierra, morada de nuestra humanidad, y a Ganímedes, hogar
de la super-raza, o, humanidad hermana nuestra:
Resultado de la última operación 27.000
Diámetro de la Tierra en Kms. (12.760) 1.276 (cero suprimido)
Diámetro de Ganímedes en kms. (5.150) 515 (cero suprimido)
Total 28.791
La reunión de todos los factores, en este proceso de los
números-clave, uniendo las predicciones de dos fuentes distintas de
diferentes épocas, y analizando el fondo esencial de las misteriosas
cifras, acaba de darnos, por diversos caminos, la cifra exacta del
número de años de los ciclos cósmicos a que nos veníamos. refiriendo
anteriormente: 28.791. Y para ello tuvimos que unir en una operación
conjunta a la Tierra y Ganímedes…
¿Qué se desprende de todo este misterio matemático del Cosmos?.
Cada uno de vosotros es dueño de sacar las conclusiones que mejor
estime…
En cuanto a nosotros, daremos también las nuestras en los últimos acápites del libro.
SUS EFECTOS Y DESARROLLO
Hemos dicho, al final del capítulo anterior, que las profecías de
la Gran Pirámide señalan el año de 1975 de nuestra actual era como el
comienzo de la terrible crisis bélica mundial. Y si comparamos el
lacónico mensaje de las cifras-clave bíblicas y las simbólicas
predicciones del Apocalipsis con los diferentes anuncios en tal sentido
contenidos en todas las otras fuentes proféticas ya mencionadas,
refiriéndolas al curso de los acontecimientos y al panorama
internacional, comprenderemos que algo muy grande y de trascendental
importancia para la humanidad se está gestando en estos horas cruciales
para todo el planeta.
Y a tal conjunto de factores, se viene a unir, hoy, el dramático mensaje que nos llega desde el lejano Ganímedes…
Estamos viviendo las horas postreras del Apocalipsis y los
acontecimientos que día a día se desarrollan en todos los confines de la
Tierra, son, en verdad, el desenvolvimiento de las fuerzas generadas en
la Cuarta Dimensión por los tremendos desequilibrios acumulados en el
curso de los últimos siglos, fuerzas que se están manifestando en los
planos físicos y psíquicos, materiales y mentales de nuestro mundo en
todas las diferentes formas de perturbaciones sociales, políticas,
económicas, particulares o colectivas, individuales o familiares,
nacionales e internacionales, climáticas, geológicas, sísmicas y de todo
orden.
Son, realmente, las expresiones en el mundo de la materia de
aquellos alegóricos “Sellos” que en la Cuarta Dimensión, o mundo Astral,
van destapando los Guardianes Invisibles de esta humanidad, que no son
otros que los “Siete Ángeles” de la visión de San Juan en la isla de
Patmos.
Cada vez, a medida que corran los días, se irán acentuando los más
fuertes cambios, las más violentas controversias y luchas, las
inundaciones, movimientos sísmicos y cuantos fenómenos contribuyan al
desenlace previsto… Y cuando, en 1975, la tirantez de las relaciones
internacionales haya alcanzado su máximo nivel, la locura dominante
precipitará el dantesco choque: en pocas horas serán borradas del mapa
enormes ciudades y centros de vida y de producción….
Los terribles hongos gigantescos de las explosiones termonucleares
convertirán en humo a millones y millones de seres humanos, en
diferentes lugares del globo. La satánica demencia, haciendo presa en
los conductores de los pueblos, empleará todos los medios de destrucción
largamente acumulados, en su afán por acabar al adversario.
En Oriente y Occidente, un mar de fuego y radiaciones arrasará, en
poco tiempo, a más de la mitad de esta pobre humanidad. Y cuando los
colosos que prendieron la chispa del gigantesco holocausto hayan caído
fulminados por sus propias fuerzas destructoras, una humanidad
enloquecida por el terror, despavorida por el pánico, diezmada día a día
por las radiaciones que invadirán todos los confines de la Tierra,
buscará desesperadamente, un lugar en donde guarecerse… El implacable
flagelo desatado por la codicia y el odio, continuará exterminado a los
sobrevivientes de la terrible catástrofe bélica.
Y las fuerzas vivas de la Naturaleza, afectadas hondamente, harán
sentir a su vez, los efectos negativos generados por los formidables
desequilibrios producidos en la corteza terrestre, en los mares y en los
campos: las fallas geológicas perfectamente conocidas en la actualidad,
estimuladas por los continuos impactos masivos de las grandes
concentraciones nucleares puestas en juego en la infernal contienda,
comenzarán a producir extensos y repetidos terremotos, maremotos y
erupciones volcánicas en diferentes lugares del planeta.
Buscando su nuevo equilibrio, las fuerzas orogénicas y telúricas,
al modificar la superficie del suelo, contribuirán, en todas partes, el
exterminio progresivo de hombres, animales y plantas… Los campos y los
mares, contaminados por la radioactividad imposible ya de controlar,
negarán sus frutos y sus peces a los hambrientos restos de esta
humanidad sacrificada ante el altar de sus propios egoísmos y rencores…
Así pasarán los años de la década del ochenta, encontrando los
albores del último decenio de este siglo un planeta arrasado en que
ambularán, míseramente, pocos millones de seres embrutecidos, dementes y
monstruosos por las deformaciones generadas, en el tiempo, a causa del
loco empleo de una energía nuclear que pudo haberle dado a la Tierra la
prosperidad y la dicha…
Y en tales condiciones, al final de ese decenio, los seres que aún
queden con vida y con razón para poder pensar, verán en los cielos
acercarse el extraño resplandor de aquel gigante del espacio al que
hemos mencionado como el planeta frío Hercólubus.
Momento a momento, su visión se irá agrandando, hasta ocupar una
considerable porción del firmamento. Ya hemos explicado, anteriormente,
los efectos que la visita de ese astro han de producir en el nuestro.
Cuando su tránsito alcance la mayor proximidad a la Tierra, ésta sufrirá
violentamente los diferentes cambios enumerados en el capítulo XVII…
El cataclismo final habrá cerrado el ciclo previsto en las
profecías, y el “Fin de los Tiempos” a que alude la Biblia habrá llegado
a su total culminación…!
Interpretación del JUICIO
Tanto en el Apocalipsis de San Juan, como en los versículos del
Cap. 25 de San Mateo referentes al “Juicio Final”, encontramos la
promesa de que serán “salvados quienes tengan las blancas vestiduras del
Reino”, y que los buenos, o sea los que cumplieron las enseñanzas de
Cristo, recibirían el premio de entrar a Su Reino. .. Es aquí el momento
de explicar, por una parte, el sentido enigmático de las alegorías y
símbolos bíblicos, y por la otra, el motivo por el cual vuelven a la
Tierra, después de siglos, los superhombres del Reino de Munt.
Para poder cumplir la promesa crística, las Altas Dignidades de ese
Reino de la Luz Dorada tantas veces mencionado en este libro,
encomendaron a los habitantes de Ganímedes la nueva misión que habrían
de cumplir en provecho de este mundo. Ya se ha visto, por el desarrollo
de esta obra, cómo y cuántas veces trabajaron, en otros tiempos, en
altas labores de ayuda a nuestra humanidad, en el curso de su evolución.
Ahora, la Gran Misión es salvar a todos aquellos a quienes elude la
Biblia con el simbolismo de “los elegidos de las blancas vestiduras del
Reino”.
¿Qué significado tiene esto?
Todos los alumnos de cualquier escuela metafísica iniciática saben,
perfectamente, desde los primeros estudios, que el ser humano posee un
aura, o envoltura luminosa que rodea íntegramente el cuerpo físico y que
se manifiesta como un destello de diferentes colores, en una gama
variadísima de tonos y de intensidad, según sea el nivel evolutivo, o
grado de desarrollo psíquico y espiritual en que se encuentre el sujeto.
Todas las emociones, pensamientos o actitudes internas del alma
producen rayos de color determinado y de mayor o menor luminosidad en
esa envoltura fluídica, la que es visible permanentemente en los
dominios del Plano Astral o Cuarta Dimensión, y puede ser vista y
analizada por cualquier persona que posea la clarividencia, aún en el
plano físico.
Esa “aura” es la que los pintores de todas las épocas han colocado
en torno a las cabezas de los santos, y que expresaron como rayos de luz
despedidos por el cuerpo de los seres divinos en todas las religiones.
Cada pasión, o estado del alma en determinado momento, genera un
tipo de luz y color característicos, y los conocedores de esto pueden
saber, inmediatamente, la clase de persona y su modo peculiar de ser y
de pensar, con sólo ver su aura. En los clarividentes avanzados, basta
contemplar a la persona, aún cuando sea a cierta distancia, para
conocer, inmediatamente, su estado psíquico, su calidad moral, su
posición exacta en los diferentes escalones de la evolución…
Las auras, por tanto, vienen a ser como un ropaje identifica torio
de sus propietarios, vestido que no se puede quitar nadie y que lo
descubre en toda la intimidad de su desnudez espiritual. Ahora podremos
comprender por qué se habla en el Apocalipsis de ‘las blancas vestiduras
del Reino”. Las luces y rayos de color del aura corresponden al estado
del alma de cada uno, y solamente cambian si cambia la persona de modo
de ser y de pensar. Y si es de bajos instintos, malévola, mal
intencionada, su aura tiene los colores más obscuros, más sucios, los
destellos más débiles y opacos, porque el espectro lumínico manifestado
en ella está en relación directa con la frecuencia vibratoria generada
por la constitución molecular de todos los cuerpos que integran al
individuo, como lo explicamos al tratar de la Cuarta Dimensión.
De tal manera las auras de las personas más puras, más elevadas en
la escala moral y espiritual, desprenden los más brillantes rayos de luz
en tonalidades bellísimas y de una resplandeciente suavidad, entre
cuyas radiaciones se aprecia una delicada mezcla de luz blanca, con
ligeros toques dorados y celestes, indicadores de las más excelsas
condiciones de espiritualidad, o sea, las “Blancas Túnicas del Reino”.
Nuestros Hermanos Mayores de Ganímedes tienen la misión de buscar
en toda la Tierra, a los poseedores de ese tipo de au-ras. Por eso es
que, desde hace varios años, han venido visitando las diferentes
regiones del planeta, sobrevolando las ciudades y las aldeas, observando
con detención, especialmente en las noches, todos los sitios en que
brille alguna de esas resplandecientes “vestiduras áuricas”.
Toda la gente se pregunta ¿qué es lo que hacen? ¿por qué no bajan y
se manifiestan públicamente?… Ellos lo saben. Pero sólo les interesa
cumplir con su misión. Y esta misión es la de ubicar a todos los que
merezcan ser salvados del exterminio total por haber alcanzado el más
alto nivel moral que es posible en este mundo, conduciéndolos, en el
momento oportuno, hasta su maravilloso reino. Ya muchos han partido,
como el caso narrado en la primera parte de este libro.
Y otros, también, ya se preparan a abandonar la Tierra. Es una
labor silenciosa y sin alardes jactanciosos, pues los que ya saben su
destino, por su misma elevación, hace mucho que vencieron la soberbia,
el orgullo y la vanidad que, a otros, les impulsarían a pretender una
mezquina publicidad. Los que están saliendo han seguido caminos y
métodos parecidos a los de nuestro amigo Pepe.
La mayor parte no deja huellas, pues, muchos, también, pertenecen a
las clases olvidadas y humildes, a ese tipo de seres de la calle que no
ocupan renglones destacados en la fantasmagoría social, política o
económica de este mundo y, por lo tanto, su presencia o su ausencia no
importan mayormente a nadie…
Cuando estalle la tercera guerra mundial, habrán partido ya de la
Tierra todos los que hayan alcanzado el más alto nivel de evolución en
esta humanidad. Serán instalados en el Reino de Munt para educarlos
adecuadamente y someterlos a un largo proceso, de reacondicionamiento
orgánico y fisiológico que les permita alcanzar a vivir, físicamente,
varios siglos. Así podrán asimilar el enorme adelanto de sus maestros y
prepararse para regresar al planeta de origen, en cuerpo y alma, cuando
llegue la hora de iniciar la NUEVA ERA…
Si analizamos, detenida y cuidadosamente, los tantas veces
mencionados textos del Nuevo Testamento, veremos que en el “Juicio
Final” y en el Apocalipsis existe una marcada diferencia entre los que
“serán salvados” y los que “serán juzgados”.
Ya hemos visto quiénes son los “salvados”, y cómo se está
efectuando, desde ahora, el proceso cósmico… Debemos ocuparnos, por
tanto, de los que serán “juzgados”. En el capítulo 25 de San Mateo
aparecen con la denominación simbólica de “las ovejas” y “los cabritos”.
Las ovejas simbolizando a los buenos, a quienes fueron justos y fieles
servidores de las dulces y amorosas enseñanzas del Cristo; y los
cabritos, a los que se mantuvieron reacios y malévolos, empecinados en
sus vicios y errores, a toda esa legión tenebrosa de la maldad humana…
Cuando termine el ciclo de las terribles pruebas.
Cuando el “Final de los Tiempos” esté consumado con el paso de
Hercólubus, los espíritus desencarnados de toda la población terrestre
verán aparecer, en la Cuarta Dimensión, al Sublime Rey y Señor del Reino
de la Luz Dorada en medio del glorioso esplendor de su Corte Celestial…
La separación de ambas multitudes se habrá hecho ya,
automáticamente, por la diferencia vibratoria correspondiente a cada
grupo, según las explicaciones metafísicas dadas en los capítulos de las
partes precedentes, al tratar de la Vida en la Cuarta Dimensión, y
todos aquellos que no hayan alcanzado a superar los niveles inferiores y
promedios del Plano Astral, irán a formar parte de la nueva población
espiritual del gigantesco planeta Hercólubus, en el sistema estelar de
Tila, atraídos por la afinidad vibratoria de aquel astro, que ya dijimos
que se encuentra en un nivel comparable al grado de evolución que
existía en la Tierra en los tiempos de la pre-humanidad.
Para quienes, en medio de su atraso moral, conserven el recuerdo
subconsciente de haber vivido en un mundo mejor, conociendo posiciones
de vida y civilización muy superiores, el tener que encarnar y
permanecer por muchos milenios encadenados a un mundo inferior, de las
tristes perspectivas de aquel astro, será, en verdad, un pavoroso
infierno… Pero dentro de la admirable sabiduría divina, esta inmigración
de espíritus que llegue a Hercólubus, lo ayudará a progresar en el
curso de su propia evolución milenaria con la inyección de nuevas
fuerzas civilizadoras que permitan el desarrollo, a través de los
tiempos, de otra civilización en los confines del Cosmos…
En cuanto a los seres clasificados como “las ovejas” de Cristo,
permanecerán en los dominios espirituales de la Cuarta Dimensión del
Planeta Tierra, en espera de las condiciones favorables que han de
transformar este mundo, según la promesa divina de que “SU REINO BAJARÍA
A LA TIERRA”.
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