Cáncer: la importancia de luchar contra la inflamación
Fuente Tener S@lud
Sabemos
desde el siglo XIX que todo cáncer se presenta acompañado de inflamación.
Pero hasta hace poco no hemos empezado a darnos cuenta de que esta
inflamación no es consecuencia del cáncer, sino que más bien es su causa.
Por consiguiente, ya sea como prevención o ya sea como acompañamiento de
los tratamientos contra el cáncer, es importante luchar con moderación
contra la inflamación. Y digo bien “con moderación” porque, tal como va a
ver, la inflamación también tiene su utilidad.
La inflamación, factor del cáncer
Cuando los tejidos se ven
atacados y miles de células mueren, emiten unas sustancias químicas que
desencadenan una reacción inflamatoria.
De este modo, cuando se
pinche, se queme o sufra un rasguño, pero también al tener una infección
de origen vírico o bacteriano, puede notar dolor en un determinado lugar.
Y este lugar acabará enrojeciendo, calentándose e hinchándose: se trata de
la inflamación.
Esta inflamación comporta cuatro etapas:
- Demolición: las células del sistema inmunitario acuden
primero a destruir al agente responsable de la infección (los microbios)
gracias a unas moléculas agresivas, entre ellas los potentes radicales
libres.
- Limpieza y evacuación de restos: a continuación, limpian las
células muertas, gracias a las enzimas, y evacúan los restos al flujo
sanguíneo o mediante el pus.
- Colocación de nuevos conductos: impulsan el crecimiento de
nuevos vasos sanguíneos para hacer llegar lo más rápido posible los
nutrientes y las células de reemplazo a los tejidos dañados.
- Reconstrucción: por último, rocían las células de alrededor
con unos productos llamados “factores de crecimiento” que, como su
nombre indica, van a estimular la reproducción de las células cercanas
con el fin de sustituir las células muertas y permitir la
cicatrización.
Se trata de un servicio “todo incluido”
que nos presta el sistema inmunitario. Así pues, la inflamación es un
fenómeno altamente deseable, siempre que tenga una duración limitada, y
por eso es mejor, si es posible, no combatirla con medicamentos
antiinflamatorios, que dificultarían esta labor.
La otra cara de la verdad
Pero la realidad siempre tiene otra
cara, y en este caso una nada desdeñable.
Si los tejidos se ven
agredidos de manera continua, durante un largo periodo, se instala una
inflamación crónica (duradera). Cada uno de los mecanismos de la
inflamación antes descritos, que parecen tan maravillosos, se vuelven tan
temiblemente eficaces que favorecen la aparición y el desarrollo de
tumores cancerosos:
- Demolición: los radicales libres, que destruyen los microbios
y las células enfermas, favorecen las mutaciones de ADN tanto en las
células sanas como en las tumorales. Estas células mutantes, a su vez,
corren el riesgo de volverse incontrolables y acelerar la formación o el
crecimiento de tumores.
- Limpieza y evacuación de restos: las enzimas, que trabajaban
tan bien a la hora de digerir los microbios y las células muertas,
debilitan el apoyo mutuo entre la comunidad celular. Se sabe que la
división celular está controlada por la presencia, alrededor de una
célula, de otras células. Desvinculada de sus vecinas, la célula pierde
el autocontrol de su tamaño y crecimiento y empieza a multiplicarse de
manera desordenada. Y lo que es peor, en caso de tumor, las enzimas
pueden romperlas en trocitos pequeños que se unirán al flujo sanguíneo y
se instalarán en otras partes del organismo, donde originarán nuevos
tumores (metástasis).
- Colocación de nuevos conductos: vérselas con un tumor es una
verdadera catástrofe. Una mayor irrigación sanguínea implica,
evidentemente, más glucosa y un crecimiento más rápido. La investigación
actual contra el cáncer pretende precisamente crear medicamentos que
detengan la “angiogénesis”, palabra que usan los médicos para designar
la creación de nuevos vasos sanguíneos.
- Reconstrucción: es todavía peor, ya que los factores de
crecimiento aceleran la multiplicación de las células
cancerosas.
Así pues, esta hecatombe debida a la
inflamación es catastrófica para el enfermo. Y eso no es todo, ya que la
inflamación favorece la llegada de macrófagos (un tipo de glóbulo blanco
que se “come” el material extraño en el cuerpo) al tumor, que destruyen
las células del sistema inmunitario (es decir, los linfocitos asesinos,
que son los encargados de destruir las células infectadas por virus o
bacterias o las inflamadas), que precisamente se habían desplazado ahí de
emergencia para atacar las células cancerosas.
Los cánceres directamente provocados por la inflamación
Estos
fenómenos inflamatorios pueden ser tan violentos que pueden crear cánceres
a partir de la nada, y no sólo favorecer el crecimiento de tumores ya
existentes.
Es el caso del cáncer de estómago, que se desarrolla
tras una inflamación provocada por la presencia de una bacteria, el
Helicobacter pylori, así como el de las hepatitis B, que pueden
acabar derivando en cáncer de los hepatocitos, o el del cáncer de
próstata, provocado por una inflamación de la próstata (prostatitis).
Luchar contra la inflamación
La lucha contra la inflamación es
pues indispensable, pero hay que tener cuidado, ya que el cuerpo también
va a necesitar actuar para destruir las células cancerosas, principalmente
por medio de los linfocitos asesinos.
Lo primero que hay que hacer
es restaurar de emergencia, si es que no se ha hecho todavía, el contenido
de ácidos grasos omega 3 de los tejidos.
Pero el organismo no
puede sintetizar estos ácidos grasos (llamados ácidos grasos esenciales),
que son algo así como las estrellas de la medicina natural, así que debe
introducirlos a través de la alimentación. El problema es que los
productos alimentarios que contienen omega 3 apenas se consumen en la
actualidad, y de hecho la mayor parte de la población no los llega a comer
nunca. Podemos encontrarlos en el pescado pequeño graso (tipo anchoas,
arenques, sardinas), en el aceite de linaza o de nuez y también en la
verdolaga.
Una vez absorbidos, el cuerpo los transforma
parcialmente en EPA y DHA, luego en prostaglandinas de tipo 1, cuya acción
como antiinflamatorio es bien conocida en la actualidad.
Así, en
las mamas, cuanto más aumenta el DHA, se constata un menor desarrollo de
tumores.
En un tratamiento contra el cáncer mediante radio o
quimioterapia, es más fácil que el tumor remita cuando los tejidos son
ricos en ácidos grasos poliinsaturados (entre ellos los omega 3).
Por último, hay razones para pensar que un consumo elevado de
omega 3 podría ser beneficioso contra el cáncer. Así, en ratones
portadores de tumores, dosis importantes de DHA hicieron disminuir los
tumores en un 60% con una dosis única de radioterapia, contra el 31% del
grupo de control (a los que no se les suministró DHA).
Fabrique en casa el aceite idóneo
El aceite vegetal idóneo, que
incluye los aportes óptimos para el organismo de ácidos grasos saturados,
monoinsaturados (omega 9) y poliinsaturados (omega 3 y omega 6), se puede
preparar fácilmente en casa.
Para obtenerlo hay que mezclar 3
partes de aceite de palma roja procedente de cultivos biológicos, 1 parte
de aceite de soja y 1 parte de aceite de nuez. El punto de fusión del
aceite de palma no refinado, que tiene pigmentos rojos debido al caroteno,
está entre los 36 y los 40 °C, de modo que este aceite no es líquido a
temperatura ambiente. Por eso, para mezclarlo, hay que calentarlo un poco
sobre un radiador o al baño maría. Los otros dos aceites, los de soja y
nuez, son muy líquidos gracias a su alto contenido en ácidos grasos
poliinsaturados. De este modo, se obtiene una mezcla que se mantiene
líquida a partir de los 20 °C.
Para un adulto, la dosis media será
de una cucharada sopera por comida, sin ninguna cocción, es decir, como
aliño en las ensaladas.
Aspirina, en pequeñas dosis, para luchar contra la inflamación
La
aspirina, o ácido acetilsalicílico, es una molécula presente de manera
natural en determinadas plantas, como el sauce o la gaulteria, y que tiene
efectos antiinflamatorios.
Algunos metaanálisis, es decir, obras
que tienen en cuenta los resultados a posteriori de decenas de estudios
sobre el mismo tema, han permitido afirmar que sus efectos son en especial
interesantes en oncología.
Así, de un total de 25.570 pacientes,
los que tomaban una pequeña dosis diaria de aspirina (75 mg) por
enfermedad cardiovascular (la aspirina fluidifica la sangre y, por lo
tanto, limita el riesgo de coágulo) tuvieron un 21% menos de cáncer que el
resto.
En un periodo de cinco años, la reducción ha demostrado ser
todavía mayor: del 34% en el conjunto de cánceres y del 54% para los
gastrointestinales.
Sin embargo, hay que ir con cuidado y no tomar
aspirina en caso de problemas digestivos o de riesgo de hemorragias.
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en
este enlace las pautas de alimentación que le ayudarán a reducir el
riesgo de tener cáncer. En este informe descubrirá por qué las células
cancerosas son “adictas” a la glucosa, su verdadero “combustible”, un
régimen de alimentación estricto sin glúcidos para abocar a las células
cancerosas a la inanición y hábitos alimenticios que cualquiera puede
poner en práctica para prevenir el riesgo de cáncer.
Antioxidantes
Para luchar contra los radicales libres, los
antioxidantes ocupan la primera línea: vitamina C y polifenoles, que se
encuentran en abundancia en las verduras frescas y crudas y también pueden
encontrarse en los suplementos alimenticios hechos a base de minerales,
polivitaminas, antioxidantes y ácidos omega 3, que pueden adquirirse en
farmacias, parafarmacias y algunos herbolarios.
Los famosos “anti-Cox2” vuelven a situarse en primer
plano
Recordemos el enorme escándalo de los antiinflamatorios Vioxx y
Celebrex. Lanzados con gran pompa a principios de los años 2000 y
presentados como la panacea contra el dolor, en especial contra la
artrosis, fueron objeto de un enorme escándalo y acusados de más de 40.000
muertes en Estados Unidos.
Estos medicamentos funcionan haciendo
disminuir la actividad de la Cox2, una enzima que interviene en la
inflamación y que:
- Reduce la apoptosis celular (es decir, la destrucción o muerte
celular pogramada provocada por ella misma, con el fin de autocontrolar
su desarrollo y crecimiento). Entonces las células cancerosas se
multiplican indefinidamente, al contrario que las células sanas, que
mueren tras un número determinado de divisiones.
- Suprime las células del sistema inmunitario (linfocitos asesinos)
necesarias para eliminar las células cancerosas.
- Favorece la creación de nuevos vasos sanguíneos
(angiogénesis).
Estos medicamentos se recetaron de forma
imprudente a poblaciones frágiles y de edad avanzada, así que acabaron
produciendo desastres.
Sin embargo, se ha demostrado tanto en la
medicina humana como en la veterinaria que numerosos cánceres presentan
una actividad excesiva de la Cox2, como son los cánceres de vejiga, colon,
pulmón, mama, estómago, páncreas, esófago, piel y próstata.
Así
pues, los medicamentos anti-Cox2 podrían ser útiles contra el desarrollo
de estos tumores. Se trata de productos banales, de fácil empleo, pero
que, sin embargo, en la actualidad se han desdeñado en los protocolos “de
consenso” aplicados a las enfermedades en los servicios hospitalarios de
oncología.
¡A su salud!
Fuente Tener S@lud
Juan-M. Dupuis
El cáncer es una de las grandes epidemias de nuestro siglo.
Cada vez se conoce más esta enfermedad y la buena información puede ser
crucial; por eso le invito a
extender el conocimiento reenviando este artículo a sus familiares y amigos.